¿Qué harías si un día el mundo se dejara de medir por cuántos likes tiene cada persona? ¿Cuántas fotos menos sacarías si no fuera necesario subirlas a una red social para cosechar un par de “me gustas”? ¿Cuánta fama quedaría obsoleta y a cuántas personas se les derrumbaría su mundo “real”? ¿Cuánto autoestima por el suelo y cuánto otro nuevo por las nubes?
Aunque el mundo dominado por el corazón de Instagram parecería no tener fin, el otro día boludeando con el celular me llegó una notificación que cambió de un día para el otro el arte de usar esa -o todas- red social: a partir de ahora, y a modo de prueba, no se puede ver más cuántos likes tiene cada publicación. Aclaro que estoy de viaje por Australia y que fue uno de los países elegidos por Facebook para hacer este experimento.
El motivo, según quienes manejan Instagram, es para proteger la salud mental de las personas que usan la red social. Algo así como dejar de generar ansiedad ante la necesidad de un like más y, supuestamente, lograr que la gente entre en los perfiles por la calidad y no por la cantidad.
“Esperamos que esta prueba elimine la presión sobre la cantidad de ‘me gusta’ que recibirá una publicación, para que así puedas concentrarte en compartir las cosas que te gustan”, escribieron desde Instagram intentando darle sustento a esta decisión.
Aunque obviamente el “experimento social” tiene detrás varios y grandes interrogantes. ¿O te pensás que Instagram va a eliminar una de sus armas más grandes así como así solo pensando en nuestro bienestar mental? No, ni ahí… Entre las grandes preguntas que aparecen es si esta decisión va a hacer que pasemos más o menos tiempo con el celular y si vamos a querer compartir más fotos dejando de lado nuestro ego. Lo que es seguro es que mucha gente va a pensarlo dos veces antes de trabajar horas y horas para lograr la foto perfecta.
Pero también hay otra realidad y es quizás la más importante: hay un negocio atrás y, por más que hoy en día se trata de la red social más popular del mundo, en niveles económicos no le va tan bien como quisiera.
¿Por qué? Su principal problema hoy en día son, y para lamento de muchos, su propia creación: los influencers. Si bien hacen que la gente quiera darle me gusta a millones de fotos de distintos estilos en el mundo, también hacen que el flujo de plata que podría quedar en el banco de Facebook termine en el de algún desconocido y sin tenerlos a ellos de intermediarios. No es muy difícil corroborar esto: cuando una marca cualquiera quiere promocionar un nuevo producto termina invirtiendo gran parte de su presupuesto de publicidad y marketing en las figuras de moda para que lo posteen en sus redes, en vez de poner plata en una promoción propia en Instagram.
Se ve que después de un largo tiempo y viendo como mucha gente se hizo millonaria a cuesta de ellos, decidieron que era hora de tirar un poco para su lado. Algo así como cambiar los likes por los dólares y conseguir que las marcas por fin vean que ellos son el canal de venta y no la gente que los usa.
Además Instagram tomó nota de la presente “devaluación del like” y la proliferación de cuentas truchas que el último año inundaron la red llenando a todos de me gustas y nuevos, y extraños, seguidores. ¿O no te pasó todavía que te haya buscado un perfil de India o China que poco tiene que ver con tu vida?
Por otro lado, está “devaluación del like” llevó también a que poco a poco se vaya perdiendo la credibilidad de lo que se muestra en Instagram transformando todo en una enorme y espesa nube de ficción 2.0. La falsedad de sus productos, la gente y lo que se vende, está haciendo que cada vez confiemos menos en lo que nos muestran y empecemos a mirar de reojo esa lupita que tantas satisfacciones nos dio.
Sin ir más lejos, hace poco apareció la noticia de Arii, una influencer estadounidense que tiene más de dos millones y medio de seguidores y no pudo vender más de 36 prendas de su nueva línea de ropa. El problema es que muchas veces lo cuantitativo en Instagram no se mide de igual manera que lo cualitativo. Es por eso que cuando la chica, que tenía en su red social cerca de la misma población que tienen Qatar o Jamaica, se puso a vender remeras con su marca no llegó a completar el mínimo que le requerían desde la fábrica para poder hacerlas y tuvo que cerrar su empresa en menos de quince días.
Hay obviamente muchas explicaciones para esto y la más obvia está detrás de la compra de seguidores. Muchas empresas ofrecen hoy paquetes que te pueden aumentar la gente que te sigue en cuestión de minutos y transformarte en una celebrity 2.0 sin invertir más que un par de dólares.
¿Qué harías vos si de un día para el otro tu perfil rebalsa de likes y empezás a sentir que tu fama, algo disfrazada, puede abrirte varias puertas? Seguramente lo mismo que las más de 20 millones de personas que “trabajan” como influencers en el mundo.
Es imposible saber si este experimento dará sus frutos o no. Si la decisión de sacar el me gusta ayudará, como ellos dicen, a mejorar nuestra salud mental o si es simplemente un juego más para seguir manipulándonos y sacarnos algún centavo. Lo que es seguro, es que de un día para el otro, y si este experimento deciden tornarlo realidad, el mundo podría quedarse sin likes.
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