Por Inés Benson
Esta es la tragicómica historia de la conflictiva relación con las palabras de una nena llamada Pachomba. Trágica para Pachomba, cómica para el resto. Tosca, torpe, excesivamente literal, no es más que bruta, bah. Pachomba nunca entiende nada.
Pachomba tiene 7 y su mamá le dice de muchas maneras: amor; monito; cookie; mochilita; pichu; pichona; Pachomba. No lo sabe, pero hoy es el día que una pregunta cambia su vida. Este día la bautizan. Cae la primera de muchas fichas.
Ella camina por la calle con su tía. Una brisa le vuela los pelos salidos de la colita y los flecos de la pollera a cuadros. Un escalofrío recorre sus cuerpos y su tía mira a su hija y le dice: «está fresco pa’chomba». La traición, la mentira y la indignación. Pachomba se siente engañada y señalándola con el dedo índice, increpa a su prima: «¿¿tu mamá también te dice Pachomba??». A partir de ese momento los ojos de Pachomba se expanden constantemente, como el universo.
A los 6, la familia de Pachomba vuelve de vacaciones en la costa y su papá es el primero en cruzar el portón de la casa «¡Scooby nos dejó el jardín lleno de regalitos!». Pachomba si entiende. Es una metáfora. El perro no compra regalos. Los regalos: son de papá. Suelta su mochilita que cae al piso, corre a sus hermanas, atraviesa toda la casa. Parece mentira que tanta ilusión entre en un cuerpo tan chiquito. Al final, llega al jardín y ve el pasto repleto de caca. Ella quería juguetes. Pachomba no entiende nada.
Pachomba está en tercer grado y no sabe escribir en cursiva en el colegio nuevo. Ella copia rulitos y entra en pánico cuando la maestra le pide que separe en sílabas la palabra del pizarrón. «Pero Pacho, ¡estamos en mayo!». Es que nadie se da cuenta, pero Pachomba suele no entender nada.
Le dicen: cuando veas a un pobre, cruzá la calle. Pero mamá, si nosotros no tenemos plata. Nosotros no, Pachomba, los otros pobres.
Pachomba piensa que apropósito es una palabra redifícil, que quiere decir que te sale sangre. Cuando la empuja a Cata jugando al fútbol corre hacia la maestra que le pregunta y ella le dice que fue apropósito (¡que se apure!). Pachomba no es mala, realmente no entiende nada.
A los 10, Pachomba habla con sus amigas. Mar dice «soy atea» porque no creo en Dios, Sol dice «soy judía» porque creo en Dios. «Yo soy virgen» dice Pachomba. La maestra que la oye corre hacia a ella. Le agarra las manos, la sacude de los hombres, preocupada, arranca un cuestionamiento eterno. Pero Pachombra cierra sus ojos, sube sus cejas, sacude la cabeza y con total confianza piensa, es hora de explicarle: «los varones son cristianos y las mujeres son vírgenes, lo escuché en catequeis, Karina». Ideal sería haberlo dejado ahí, pero la maestra no puede explicarle a Pachomba por qué no es virgen siéndolo y esta no es la última vez que lo grita a los cuatro vientos.
Pachomba mira Chiquititas. Piensa que ser adoptada es tener el pelo rojo y le dice a su mamá que prefiere ser huérfana mientras come galletitas. Pachomba se toma en serio cuando la dermatóloga le dice que se dé solamente una enjuagadita rápida, y, realizando una maniobra casi acrobática, mantiene el cuerpo entero fuera de la ducha, mojándose apenas la cabeza por una milésima de segundo. Este ritual se repite por años y no se saca la crema de enjuage hasta que tiene 16.
Pachomba tiene muchas preguntas pero los grandes formulan todo mal para que ella no entienda: Si todas las nenas sangran, ¿por qué no puedo hablar del tema? ¿Por qué si me afeito los brazos me convierto en simio? ¿Los brillos son grasas porque vienen de animales? ¿Qué tiene que ver cómo me peino con tener amigos, Agustina?
Ella sueña con tener silos porque piensa que son fábricas de pintura. Intenta mantenerse al día pero no puede. ¿Por qué no le explican todas las reglas de una? Pobre Pachomba, ¿no ves que no entiende nada?
Poema adaptado para este medio.
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