Por Nati Rocchetti
No tengo ni idea de a donde está mi tío. No lo encuentro. No lo encuentra nadie. Salió un rato a comprar cosas, no sé bien qué cosas. Algunos dicen que es porque tiene el pelo largo, otras dicen que es porque tenía el pelo largo y me preocupa esa conjugación del verbo en pasado.
Ayer vi a los hombres de gris mirándonos con atención cuando pasábamos con Lucas. Me dio miedo. No sé por qué.
El otro día los vi pegándole a alguien, quise acercarme pero no me animé. No me lo perdono.
Veo que a Lucas le crece el pelo y quiero que se lo corte. Seguimos sin encontrar a mi tío.
Le dije a Lucas que se corte el pelo pero no me hizo caso. No entiendo por qué quiere correr el riesgo. Me dice que no tiene que ver solo con eso, que hay más, que él conoce los límites. Yo no entiendo cómo puede estar tan seguro. De dónde saca esa información que me transmite casi como si él fuese el portador de las primicias. Estoy seguro de que inventa.
Vi a los hombres de gris arrastrando a alguien. En realidad no sé qué es lo que arrastraban porque estaban muy lejos pero creo haber visto unos pies pataleando.
Por las noches escucho ruidos. No sé si es mi imaginación pero acá cerca hay un edificio en el que pasan cosas raras. Lo sé porque me doy cuenta y porque todo el mundo lo dice.
Los hombres de gris están en todas partes. Me siento raro. No estoy seguro de ser libre. Nunca había pensado en la libertad, no sé si existe, pero esto no es.
Mi tío no apareció nunca. Es hermano de mi mamá y ella llora mucho a la noche. Quizás, son esos los ruidos que escucho. Quizás. No creo.
Lucas hace cosas en la calle. Nada le da vergüenza, nada le da miedo. Por momentos, me hace dudar al respecto de si esta falta de libertad de la que hablo tiene más que ver con mi actitud que con otra cosa. Creo que él es libre.
Me corto el pelo todo el tiempo, por las dudas, Lucas sigue sin cortárselo. Nos gusta salir a andar en bici al mediodía. Nos dicen que volvamos temprano. Lucas escribe algo en la pared, no hay hombres de gris a la vista. No leo lo que escribió y sigo. No me lo perdono.
Cada vez veo menos a Lucas, se junta con un grupo de pibes que parecen ser todos como él. Andan por la vida sin miedo. Como si nada. Me sorprende porque escuché que golpearon fuerte a uno, los hombres de gris. Los pibes no se cortan el pelo, entre otras cosas.
Mi mamá perdió la luz que tenía en los ojos, está toda apagada. Ella también tiene miedo, tiene miedo por mí, por mi viejo. Me pide que no me junte tanto con Lucas, me corta el pelo.
Ayer pasé caminando por la pared en la que Lucas escribió algo. No me animé a mirar.
Quise juntarme a escondidas con él cerca del puente, no apareció.
Hace varios días que no veo a Lucas, vi pasar al grupo de pibes pero no me pareció verlo entre ellos. Estaban distintos, casi tan apagados como mi mamá. Tengo miedo.
Prender la radio es deprimente.
Busco por todos lados a los pibes y no los veo. No hay nadie. La calle está llena de cabezas bajas, veo pelo pero no veo caras. Veo muchos pelos cortos.
¿Dónde está Lucas?
Mi mamá me dice que me quede en el molde. Que lo haga por ella. Lucas no aparece.
El té que me prepara a la mañana no me relaja. No sé si sigo teniendo miedo, más bien, estoy lleno de odio. No encuentro a mi tío ni tampoco a Lucas. Fueron los hombres de gris.
Voy a buscar el pedazo de pared en la que Lucas escribió, no dice nada, alguien lo borró. Alguienes. Hay hombres de gris a la vista. No me importa. Saco una fotocopia del bolsillo con una foto en blanco y negro de Lucas y otra de mi tío. En la parte de abajo de la hoja escribo en mayúscula: “DEVUELVANLOS”. Mientras lo pego canto un tema que hace tiempo que no escucho. Un tema prohibido.
Uno a uno se acercan los grises, amontonados. Intento pensarlos como diferentes pero me es imposible. Son todos iguales. Son iguales apropósito. A ellos les canto. Conmigo no van a encontrar el placer de llenarme de miedo, ya lo perdí. Me golpean pero yo ya los golpee donde más les duele. Abajo.
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