Trans, estrella mediática, prostituta, cantante, maltratada, modelo, presa, luchadora…
Esa es Cristina Ortíz, mejor conocida como La Veneno, o como Joselito por su familia. La bomba transexual que se paseó por los principales programas de chimentos españoles en los ‘90, la que marcó un antes y un después en el mundo LGBTQI de España y la que consiguió que la mujeres transexuales fueran vistas como personas y no como parte de la escoria de una sociedad opresora y patriarcal.
Fue en el ‘96 cuando apareció por primera vez en la televisión española. Imaginate que si hoy todavía cuesta que la sociedad acepte que una mujer transexual aparezca en los medios, en ese entonces… El programa que la recibió con los brazos abiertos fue Esta noche cruzamos el Mississipi, una especie de late night bizarro que tenía como conductor a Pepe Navarro y que sirvió como ventana para un colectivo que hasta ese momento era denigrado, discriminado y olvidado.
Sus apariciones fueron cada vez más frecuentes y poco a poco conquistó el corazón de los españoles, con una personalidad carismática, divertida y super elocuente. Esa pequeña fama la fue alejando poco a poco del Parque del Oeste, el lugar en Madrid donde dio sus primeros pasos en la prostitución y conoció a su “nueva familia”. Antes de sus apariciones, La Veneno era de las prostitutas que más dinero hacía en una noche: según ella, más de 100 mil pesetas por noche.
La mediatización de su personaje la fue transformando en una estrella. Y eso hizo que los ojos de toda España se posaran en ella. Ese antes y después fue quizás su primer paso hacia el final.
Pasó por estudios de televisión, se pudo comprar su primer casa, se peleó con grandes figuras de la farándula española y hasta llegó a poseer una fortuna gracias a sus encuentros con empresarios millonarios, jugadores de fútbol y hasta parte de la realeza española.
El declive de su vida comenzó luego de conocer a una de sus parejas, un novio italiano que la estafó y la dejó en la cárcel. En ese momento, las mujeres transexuales no podían elegir si ir a una prisión femenina o masculina y terminó en un penal solo de hombres. Ese paso por la cárcel la cambió: perdió la fe en su lucha empoderada.
Tiempo después conoció a Valeria Vargas, una estudiante de periodismo que la adoptó como madre postiza y transformó su vida en una verdadera telenovela como a ella siempre le había gustado contarla. Publicaron después de varios años de charlas, confesiones y anécdotas la biografía Ni Puta, Ni Santa que le devolvió el amor de la gente y el lugar en los medios.
Pero obviamente esa historia novelesca que tanto le gustaba contar terminó de forma inesperada: el 9 de noviembre de 2016, un mes después de haber publicado su biografía, falleció en el Hospital Universitario La Paz de Madrid, luego de sufrir una caída en su departamento. Aunque las causas de su muerte siguen siendo dudosas y sus fanáticos sospechan que pudo haber tenido algo que ver con la revelación de los nombres de varios de sus ex clientes (todos muy poderosos) en su libro.
La historia de La Veneno no quedó como una historia más. Su vida, su experiencia, su lucha, sus desafíos, su éxito y sus caídas fueron un ejemplo muy valiosos para miles de mujeres y hombres trans del mundo. Ejemplo de que hay algo más que la prostitución, que se puede luchar contra la discriminación, que puede haber una vida por fuera de la calle y que no importa el nombre que te pusieron ni tu orientación sexual, el mundo está ahí afuera para ser vivido y si todxs lo hicieramos como ella, seguramente sería una fiesta eterna.
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