Hace aproximadamente tres años, pasé algún tiempo en un país que pocos ubican y poquísimos visitaron, Guinea Ecuatorial. Hogar de paisajes increíbles y de Copito de Nieve, el único gorila albino del mundo; pero también de un gobierno con graves denuncias por corrupción y violación a los Derechos Humanos. Si nunca lo escuchaste nombrar te cuento algunas cosas que me pasaron estando ahí y nunca había escrito hasta ahora.
Primera pregunta de toda tía que interroga a una sobrina que viaja: ¿qué idioma hablan ahí? Español, tía, aunque no lo puedas creer. Guinea Ecuatorial es el único país del continente africano en el que se habla nuestro idioma y fue colonia española hasta los años sesenta. Estuve ahí para el aniversario de su independencia y solo voy a adelantar que la celebración involucró un show de Michael Jackson a todo trapo, pero sigamos con algunos datos más.
Tiene una parte continental y otra insular, en la que se incluye la isla de Bioko en donde está su capital, Malabo. ¿Tribus? Las principales son los Fang, los Bubis, los combes y los Annoboneses de la Isla de Annobón. El presidente, Teodoro Obiang Nguema Mbasogo, a quien muchos consideran un dictador, está en el poder hace 37 años y pertenece a la tribu Fang, así que ya adivinarán quienes cortan el bacalao por allá. ¿Elecciones? Ponele, algo así, aunque digamos que todo gira en torno al Partido Democrático de Guinea Ecuatorial.
Esos son algunos datos y hay muchos más, pero para eso está Wikipedia. Vayamos a lo que me pasó estando allá y a cómo empezó todo el día antes de tomarme el avión que casi no me tomo. La noche anterior a partir hacia Guinea Ecuatorial yo estaba en Madrid, ciudad que ha servido de previa para varias aventuras. Javier, que viajaba conmigo al otro día, me invitó a una cena con amigos y, como estaba sola en un hotel y bastante ansiosa, acepté aunque tenía que levantarme temprano y no había ni empezado a preparar la valija.
Después de un viaje de media hora en auto llegamos a la casa de no se quién y nos sentamos en una mesa con aproximadamente nueve personas. Javier y yo les contamos que al otro día nos íbamos a Malabo y todos parecían fascinados con nuestra aventura. Nos calificaron de valientes, locos, arriesgados, aventureros; me hicieron sentir bien, qué linda es la aprobación grupal…y qué poco dura.
Al segundo vaso de cerveza nos avisaron que todavía faltaba una invitada y que – ¡oh, casualidad!- había pasado algún tiempo en Malabo. Yo no podía creer mi suerte, iba a poder preguntarle todo, pedirle consejos, calmar la intriga y los nervios. Ainhoa llegó unos veinte minutos más tarde; saludó a todos con dos besos y se sentó en la cabecera de la mesa. No pasó más de un segundo para que tres personas a la vez le dijeran emocionadas: ¡ellos se van mañana para Guinea!
No sé si alguna vez vi una cara de desconcierto y angustia más espontánea que esa. Ainhoa se puso pálida y solo pudo semigritar: ¡¿¿pero por qué??! A mí el alma se me fue al piso, más bien a la mierda. Pasé de ser la Indiana Jones de la mesa a un preso inocente antes de recibir la inyección letal en alguna cárcel yanqui. Lo único que me faltaba era presenciar este ataque de pánico inexplicable a horas de tomarme un avión hacia un país en el que tal vez pasaría seis meses o un año. Quise saber el por qué de semejante reacción y Ainhoa no escatimó en detalles.
Desde robos, hasta casas en terribles condiciones, cucarachas, maltrato, estafas y más. No se guardó nada. Digamos que Guinea Ecuatorial era para Ainhoa lo que el subte en hora pico para muchos porteños; un lugar en el que se muere un poco cada día. Parecía odiar ese pedazo de tierra como si de ahí proviniera todo lo que en su vida era una cagada, que no era poco. Mientras más la escuchaba hablar, más denso se volvía el nudo que tenía en la garganta y que nadie en la mesa percibió al principio. Esa noche Ainhoa se fue más temprano. Sus amigos me dijeron que no me preocupara, “Ainhoa siempre exagera”. El consuelo no me sirvió de mucho, después de todo, la única que había estado ahí era ella, exagerada o no.
Volví sola y angustiada a mi cuarto de hotel en la calle Zurbano. Hice la valija pensando en que tal vez estaba buscando que algo malo me pasara, poniéndome innecesariamente en peligro. ¿Cómo carajo terminé en esta situación? Me hice mil preguntas esa noche en Madrid y, con un nudo que ahora tenía también en el estómago, terminé de armar una valija llena de cosas innecesarias para tomarme el avión en pocas horas. Me iba a Guinea Ecuatorial.
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Lulita….SOS UNA GENIAAAAA me Encantó y…Aún no leí el || !!!no lo puedo creer…te re felicito y este camino …está BUENÍSIMO ! Lectura referencial, ágil, fresca , divertida …me encantó, reitero JAJAJA
Beso enorme y LO MEJOR, chiquita ???
[…] todavía no leíste las anteriores, ponete al día por acá: I, II, […]
[…] todavía no leíste las anteriores: I. La Última Cena, II. De Ametralladoras y Mosquitos, III. Manos Marcianas, IV. Hacerle un Gol al Campeón del […]