Los 8 discos que me cambiaron la vida


Antes de empezar aclaro, no soy bueno con las fechas. Tengo buena memoria para ciertas cosas, pero lo que es años y tiempo pasado se une en mi cabeza como una sola película. Pensar en 8 discos se me hace difícil, por eso, me ayudo de CD´s, vinílos y discografías bajadas como para hacer andar el carrete algo oxidado de esa zona de mi mente.

Eminem – The Marshall Mathers Lp

No me acuerdo como llegó, pero sí que al tener dos hermanos más grandes, fue la primera vez que tuve algo propio.

La crudeza en sus palabras, las bases duras y los bajos pesados que te llegan hasta los huesos me hablaban.

Era distinto a todo lo que había escuchado; un léxico simple que se volvía complejo y jugaba con la fonética de las palabras para crear rimas que evolucionaban en ritmos que al unirse con los beats te hacían mover la cabeza. Bastó escucharlo una vez para que me volara el cerebro.

Todo eso me llevo a un sub mundo. A querer entender su origen, qué era un sample, cómo se hacía, tratar de aprender a rimar, y hasta me hizo crear un usuario en un foro hispanohablante de Rap y Hip Hop donde pasaba horas buscando respuesta a todo lo que me surgía cada vez que escuchaba “The Way I Am”.

 

The Stooges – The Stooges

1969. Pensar en esa fecha y en la idea de que yo no era ni un proyecto en la mente de dos personas que aún no se conocían me deja helado. Como cada vez que escucho “No Fun” y esa guitarra distorsionada me pega en el tímpano derecho, mientras desde el izquierdo, la voz retorcida y rabiosa de un joven Iggy Pop hace eco en mi nervio auditivo.

Este disco es ruidoso, imperfecto, te grita en la cara y a la vez muestra que hasta los chicos más rudos pueden ser románticos. Es caos. Es una mezcla de viajar en subte a la hora pico, en un vagón húmedo, algo apretado, pero con una gran sonrisa en la cara.

 

 

Callejeros – Presión

Empecé a escuchar, realmente escuchar, rock nacional por este disco y por un amigo que lo llevaba a todos lados.

Del rock argentino conocía los clásicos y lo que sonaba en la radio. Viniendo de otro palo, nunca me había tomado el tiempo de escuchar la música de acá. Por suerte, el gordo neurona, me alcanzó la voz de Fontanet y sus criticas sociales en forma de letras, que dieron años de compartir música y descubrir nuevas formas de ver la realidad.

En esa época solo importaba que pegue el sol en la cara, que haya un mate girando y que la presíon no dejase de subir.

 

 

Parov Stelar – That Swing

Lleva más de 4 años en mi teléfono y fue el pionero en mi gusto por la música ElectroSwing, Vaporwave, y demás sub géneros que se ocultan en el lado no mainstream de Youtube.

Lo considero un escalón más arriba de bandas como Gramatik, The Thievery Corporation, entre otras, porque apenas escucho la batería de “Love” o el rasgueo funk de la guitarra en “Matilda” me activo. Este disco es droga. Un gancho directo al mentón que te hace salir del peor estado de animo.

Me acompaña los domingos a la mañana cuando la ciudad está vacía, y salgo a patear con el longboard. Me marcó. Literalmente. Sobretodo la vez que bajando por Av. Belgrano con “Wanna Get” sonando y yo cebado, no pude frenar a tiempo y termine en el piso comiéndome las puteadas de los bondis que pasan por Av. Paseo Colón.

 

 

 

Red Hot Chili Peppers – Californication

Un rasgeo y el riff del bajo de Flea, fueron suficientes para hacer de “Around the world” la primer vía de acceso a mi gusto por el funk, el rock y todos sus derivados.

Californication fue el primer vínculo no sanguíneo que compartí con mi hermano mayor. Me acuerdo que en esa época, él se había comprado un reproductor de CD con unos parlantes gigantes. Yo volvía antes del colegio y eso me daba exactamente una hora solo en casa. Cual ritual, durante tardes y tardes, abría la tapa del CD, lo sacaba despacio de su caja, y como si fuese un bebe recién nacido lo apoyaba suavemente en la bandeja del reproductor. Hacía girar la perilla del volumen hasta que la luz de la pantalla cambiaba de un verde suave a un rojo violento. Cerraba la puerta del cuarto, respiraba hondo, y daba play buscando en todo ese sonido llegar a un estado frenético.

Los Peppers fue una de las primeras bandas que empecé a seguir. De esos grupos por los que te preocupás. Por los que buscás su pasado y esperás lo nuevo.

 

 

Los Piojos – Civilización

Como en el capítulo de los Simpsons que Homero le dice a Marge: “Voy al rato, voy al rato y cuando llegué ya se había ido” lo mismo me pasó con Los Piojos. La espina de nunca haberlos visto en vivo me pincha un poco más cada vez que escucho algún tema de ellos. Ví a Ciro y Los Persas de teloneros con los Rolling Stones pero sé que no es lo mismo.

A este disco llegué cuando los rumores sobre la separación de la banda se volvieron reales. Si es el CD más careta/comercial de Los Piojos no me importa. “Buenos días palomar” borra prejuicio alguno, y también, en segundos, me transporta a la ruta dos. A veranos en la costa, tirado en la arena riendo con amigos e intentando ganarme el amor de alguna piba.

 

 

Funkadelic – Maggot Brain

Ojos cerrados. Auriculares listos y un poco de la ansiedad de saber que lo que viene es uno de los mejores punteos de guitarra que escuché en mi vida.

Según cuenta la leyenda, la canción “Maggot Brain” que da nombre al disco, fue creada por Eddie Hazel en una sola toma, producto de un par de gotas de LSD y la dirección del productor George Clinton, quien le dijo al guitarrista que tocara como si se acabase de enterar que su madre había fallecido. Así abre este disco que marca un momento culmine en la carrera de estos amantes del ácido, el funk y la psicodélia.

Así como Pink Floyd tiene su Dark Side of the Moon, yo tengo Maggot Brain. Una puerta hacia una dimensión que empecé con los Chili Peppers y seguí caminando, hipnotizado por el groove de estos  locos del funk.

 

 

Damon Albarn, Afel Bocoum, Toumani Diabaté & Friends – Mali Music

Cuando creí que ya había escuchado todo, llegó este disco para darme un par de cachetazos. Y es que, cual espacio cerrado donde el único que no huele lo rancio es el que lo habita, “Mali Music” fue un cambio de aire.

Vientos, percución, cucharas, el ruido de la lluvia y un coro de mujeres en un idioma que no entiendo, combinado con instrumentos no tradicionales, me hacen sentir fuera de mi elemento, pero no por eso menos feliz.

Este disco es un pasaje a lo desconocido. A un lugar donde lo más cercano que llega mi imaginación se parece a esos documentales de National Geographic que narran cómo es la vida en la sabana de Africa Occidental. Una iniciación. Un primer paso al Afrobeat de Fela Kuti o al Jazz de Miles Davis.

 

 

 

 

 

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