Por Camila Rodríguez Nardi
Durante los últimos días leí muchas veces que Maradona fue el últimx ídolx para muchxs. Al principio me puse a pensar en Messi, en Charly, en el Indio… estuve un rato haciendo una lista de nombres argentinos que podrían reunir los requisitos para ser ídolx. Eso hice desde que me enteré la muerte del Diego, jugué el juego de “¿Ídolx o qué?” para intentar tapar el ruido que inunda mi cabeza desde el miércoles pasado.
Ayer ese ruido se hizo más fuerte. Cuando leí los tweets de los Pumas y presencié su cancelación, volví a sentir ese remolino que le da vueltas a un tema que no cierra. Claro que entiendo el escrache, entiendo que la violencia y miserias expresadas en esos tweets no queden impunes y entiendo que la Unión Argentina de Rugby remarque y prometa que esos no son los valores que los representan. También lo entendí cuando cancelaron a La Faraona y a tantxs otrxs famosxs.
La cacería de figuras mediáticas que hace revisionismo de declaraciones viejas para juzgarlxs con la moralidad de hoy no es nueva, y podríamos debatir por horas si es o no una dinámica constructiva. Yo no lo sé. Prefiero escuchar a quienes fueron lastimadxs por esas acciones antes que seguir buscando un dogma ético supremo que explique y contenga todo. Ya no me animo a preguntar por la naturaleza de la cancelación, quizás un poco por miedo a deslegitimar las luchas detrás o miedo a quedar del lado incorrecto. Ese es otro ruido.
Habría podido cerrar el episodio de ayer con un moño y seguir jugando a mi juego de los últimos días si a la cancelación de los Pumas no le hubieran sucedido las denuncias a Nati Jota y a Marley, por nombrar algunxs. ¿Por qué las cancelaciones se dan siempre de a dos o de a tres? ¿Por qué se responde con una contra cancelación, incluso a personas que no tienen relación con el disparador inicial?
¿Es venganza por la tristeza de ver canceladxs a nuestrxs referentes? ¿Es disfrute de señalar las miserias ajenas? ¿Es envidia hacia quienes tienen voz y lugar en la sociedad? ¿Es rencor porque “ellxs sí y yo no”?
Quizás sea un poco de todo: un espíritu reivindicador de las opresiones y un poco de goce de ver al influencer que no te bancás llorando por las redes; un poco de moral de época con algo de hipocresía al repudiar los dichos de hace 10 años de alguien que posiblemente sea otra persona. Lo más probable es que el (ex) capitán de los Pumas siga siendo igual de xenófobo, machista y clasista, pero la cancelación no se ocupa de eso. Su tarea es mostrar el veneno que destiló hace diez años cuando tenía 18 o Nati Jota a sus 15. Luego de eso, su trabajo termina.
Con temor de ocupar el rol de defensora de lxs canceladxs, lo que me interesa no son ellxs sino lxs canceladxres. Me cuesta convencerme de que lxs guía el odio, la sed de caos o -en el mejor de los casos- la búsqueda de justicia. ¿Por qué revolver el pasado de alguien sin ningún motivo aparente? ¿Por qué ir por más? ¿Y cuándo parar? ¿Cuándo las balas pegan cerca?
Hoy te amo y mañana te odio. O mejor dicho, hoy te sigo y mañana no. La volatilidad y fragilidad de los fanatismos se ve en lxs Influencers y referentes que perecen ante el propio devenir de sus seguidores. Pareciera que es un ciclo donde se levanta y engrandece a alguien para luego humillarlo y cobrarle las flores entregadas. Una historia similar a la que recita Kendrick Lamar en su disco “To Pimp a Butterfly”.
“¿Este es tu ídolx?”, “¿Bancás la música de alguien que dijo esto?”, “¿Cómo podés reírte con los chistes de una persona que era así de basura?”. Cómo duelen las contradicciones, ¿no? Qué sencillo sería sentir amor u odio, sin navegar entre los sentimientos encontrados de admiración, desacuerdo, cariño o decepción.
¿Cancelamos por rencor? ¿Por convicción? ¿O será que es más fácil moverse en extremos morales herméticos y seguros antes que habitar los grises a los que nos enfrentamos todos los días?
Que “los tiempos eran otros”, que “los chistes violentos eran moneda corriente” y que “hoy no soy la misma persona”. Infinidad de argumentos se esgrimen, con menor o mayor éxito, para expresar lo mismo: no todo es blanco o negro. Ojalá lo fuera, qué tan sencillo sería saber sin dudar cuando algo está bien o está mal. Ojalá no sintiera las contradicciones que siento cada vez que quiero escuchar un tema de Calamaro o ver una película de Woody Allen. Ojalá no me sintiera una mala feminista por haber llorado a Maradona el miércoles pasado.
El ruido que sentí ayer me recordó que no lo puedo vivir así, que mi mundo está lleno de contradicciones y dudas, y que es necesario habitar los grises.
Los miembros de los Pumas se sentaron en el banquillo de los acusados luego de disculparse por el decepcionante homenaje a Maradona. El acuse de la cancelación no se debe únicamente a la violencia hacia lxs destinatarixs de sus tweets sino a no haber honrado lo suficiente la muerte del 10.
Vuelvo a mi juego y pienso “¿ídolx o qué?” Ídolx, claro, sobre eso no tengo dudas. Diego fue y será el gran ídolx argentinx resistiendo las cancelaciones o críticas que oportunamente se le han hecho. Diego no fue blanco o negro, él supo habitar los grises. Quizás por eso sea el últimx ídolx argentinx.
Acerca de Camila Rodríguez Nardi:
Camila es licenciada en Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires, analista de opinión pública en la consultora Trespuntozero y miembro fundador del podcast Posmopolitan.
Redes: @camirn (Ig) y @crnardi (Tw).
Acerca de Posmopolitan:
Posiblemente la discusión en Internet diste mucho del modelo del ágora griego y más bien se trate de una tormenta apabullante que agota, angustia y atrae por igual. Lo que alguna vez fuera un proyecto igualitario y democratizante es hoy una enorme ruina en guerra, decorada por memes reposteados y selfies beboteras.
Aún así, cabe decir que las joyas que se pueden encontrar entre los escombros son, cuanto menos, llamativas. Escondidos entre toneladas de shitposting, proliferan espacios de producción intelectual inspiradores que intentan discutir desde formatos novedosos.
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