Como muchos otros amanecí ayer con el llamado desesperado de mi papa para saber si tenía noticias de mi hermano. ¿Noticias? ¿Qué pasó? Lo último que sabía era que hace 24 horas antes había emprendido un viaje con un grupo de amigos a la ciudad de Olavarria para ver quizás lo que sería el último show del Indio Solari en vivo. Claro, entre lagañas y bostezos no me había percatado de las noticias: “Tragedia: dos muertos, cientos de heridos y algunos desaparecidos después del recital del ex cantante de los Redondos”. Ése titular, un domingo al mediodía, era para los medios lo mismo que para mí un bife de chorizo bien ancho con papa fritas.
Entre descargos en Twitter, comentarios en Facebook y noticias “fast-food” en los medios, lo único que me quedaba era buscar una versión autorizada: la de mi hermano. “Tuka, ¿cómo estás? ¿Cómo fue el recital? ¿Fue tanto quilombo como dicen?”. Esperé que el sonido de mi teléfono me sacara un poco la angustia que venía digiriendo hace varias horas y la respuesta no tardó en llegar. “El show estuvo bárbaro, la pasamos increíble. Fue un bardo, pero la pasamos genial. Creo que se salteó un par de temas, pero lo terminó como siempre: una fiesta”.
Claro las palabras venían de un conocido. Mi hermano. Alguien que quiero y por el que imploraba que todo estuviera bien. Pero las noticias volvían una vez más a pegarme de lleno en lo más hondo de mi pecho: “Un nuevo Cromañón”. “Recital trágico del Indio Solari”. “Una avalancha humana produjo la muerte de dos personas”. “La música se cobra nuevas vidas”. “Así volvían los sobrevivientes del recital del Indio”. Y así podría seguir todo el día enumerando titulares irresponsables y poco éticos que buscan solo un click fácil y barato.
Hoy, de nuevo entre bostezos y lagañas, me dí el gusto del día: hacer zapping entre los principales canales de nuestro país para enterarme las últimas novedades del fatídico recital del Indio. Lo último que sabía eran los resultados de la autopsia que apareció antes de medianoche y que hablaba de una trombosis cardiopulmonar y un paro cardiorespiratorio traumático (ninguno producto de la avalancha como se dijo y se especuló durante todo el día). Ahora ya no eran los titulares los informantes, sino que lo que la tele tenía para ofrecerme era una hora de opinólogos avalados por Harvard y Stanford que se hacían eco de una noticia de la que poco conocían o entendían, pero mucho rating les ofrecía.
De arriba a bajo, de mayor a menor, de expertos a asistentes, de periodistas a modelos. Todos, sí, todos, opinaban. Angel De Brito y Yanina Latorre querían explicarme porqué fueron 300 mil personas en vez de 150 mil como se decía. Gerardo Rozín en Telefe intentando responsabilizar a la gente mientras atrás un salteado de verduras se prepara en su espalda. En América TV me cruzo con Pamela David entrevistando a la abogada de celebrities Ana Rosenfeld quienes me quiere contar cuáles fueron las falencias de la organización antes de contarme el último escándalo de los Nara. Y eso sólo a la mañana… No faltará más de una voz autorizada esta noche en Infama donde seguro la culpa termine siendo de Macri y de Cristina.
Y mientras tanto, entre tantas opniones de “expertos en organización de shows y rock”, vuelvo a leer en Facebook: “No crean todo lo que se dice”. ¿Quién firma? Sí, ya sabés, el Indio Solari. Y sí, conocer la verdad, cuestionarse lo que nos dicen e informarse a veces es más caro que un Big Mac.
Agradezco tener un medio comoe esta revista para poder mantenerme al tanto de una opinión más neutral sobre lo que sucede. Les encanta vender pescado podrido en cantidad.