El siguiente artículo es un simple ejemplo de lo que le sucede a miles de personas en Argentina y en el mundo. El robo de identidad es un delito y puede llevar a cosas inimaginables. Esta es una de ellas…
Se me presentó como modelo rusa nacida en Moscú y criada en Paraguay. Nutricionista, actriz, bailarina y futura estudiante de diseño industrial. Tenía 23 años, a punto de cumplir 24. Se llamaba Constanza. Fue a pocos días de haber sido seleccionada por Maxim USA para ser una de las diez chicas más sensuales de internet y de haber terminado algunas campañas para Nike, Forever 21 y Playboy México. Su cuerpo era de ensueño. Unos ojos que podrían derretir hasta el Perito Moreno. No es casualidad que me haya llamado la atención instantáneamente. Y mucho menos que haya intentado hacer una nota con ella para entender por qué era una ignota en nuestro país habiendo hecho campañas en todo el mundo y vivido en Buenos Aires tanto tiempo…
Claro, cuando de una persona así se trata muchas veces es difícil pensar con claridad. Por lo menos en mi caso. Por eso, después de mantener un mínimo contacto, y cruzar algunos mails “profesionales” para hacer una nota sobre “la nueva bomba de Instagram”, decidí dar por terminada mi “investigación” periodística sobre ella y seguir con mi vida común y corriente sin preocuparme de porqué esa chica que tenía más de 200 mil seguidores en sus redes sociales y desfilaba por el mundo todavía no conseguía un lugar en lo de Tinelli -su gran anhelo, y el que dijo haber conseguido en una entrevista hace algo así como dos semanas.

Acepto que en el lapso de unos cuatro o cinco meses cada tanto algún mensaje nos intercambiamos. Ya no tenían mucho que ver con lo laboral. Eran amistosos, quizás con una doble intención para en un futuro tener la suerte de conocer ese cuerpo, pero sin mucho más que ingenuidad pura. Hasta que un día, ese monumento a la belleza capaz de derretir el glaciar más grande del mundo, se vino abajo como alguna vez la estatua de Stalin cayó en el ex estado soviético de Georgia.
Recibí un misterioso mail a mi casilla de trabajo de un tal Juan Pedro Errazti con el título de: “Nota falsa de Coti Ferreira”. En el cuerpo del mensaje se describía cómo esta supuesta hija del capitalismo ruso, pero con años caminando las calles de Asunción y otros tantos paseando por recovecos de Buenos Aires, no era más que una “falsa” celebrity de las redes sociales y que le había robado la identidad a una modelo de Moscú llamada Kristina Makarova. Miles de preguntas y muy pocas respuestas atacaron a mi sistema nervioso. ¿A quién carajo se le ocurre duplicar la identidad de una persona? ¿Cuánto tiempo necesita alguien para llevar dos vidas paralelas? ¿Sería un hombre o una mujer? ¿Cuál sería el objetivo de hacer algo así? ¿Las 200 mil personas que la siguen tendrán idea de todo esto? ¿Y qué pasaría si se enteran? ¿Se trata de algún delito real? ¿Es hacerse pasar por alguien en redes sociales un verdadero robo de identidad?

Obviamente lo primero que hice fue intentar averiguar todo, absolutamente todo, sobre Kristina Makarova. Y todo lo que aparecía era exactamente lo mismo que Coti ponía en sus redes sociales, sólo que ella lo hacía con algunas horas o minutos de “delay” que su espejo de Moscú. Su página de internet una total copia, con las mismas descripciones, fotos, campañas, etc. Sus fotos de Instagram, lo mismo. Sus historias una absurda repetición. Todo lo que hacía no era más que un auténtico “robo de identidad” perverso y paranoico digno de una película apocalíptica de Hollywood sobre cómo las tecnologías y las redes sociales van a gobernar el mundo.
Intenté comunicarme con ella por nuestras vías de contacto: mail, Instagram y Telegram (porque me pasó su número pero me comentó que por culpa de unos “zarpados” había dejado Whatsapp). No quise ser directo, para no perder la historia, pero intenté investigar por qué alguien me contactaba a mí para hablarme de ella. La respuesta, inteligente, fue simple: “es mi ex manager que se enteró que voy a estar en el Bailando por un Sueño y quiere sacarme plata”. Juro que por un instante le creí. Fue un microsegundo. Hasta que recuperé la cabeza, dejé de enceguecerme con ese cuerpo y entendí que seguía siendo parte de su gran invento.
¿En qué me metí? ¿Quién mierda es esta tal Coti Ferreira? ¿Por qué alguien pierde su tiempo y su vida en duplicar la identidad de otro? ¿Qué lo motiva? ¿Cuánto hay de enfermedad, de cinismo, y cuánto de negocio?

Me topé fue con un problema viejo conocido y que quizás ha golpeado a muchas mujeres y hombres alrededor del mundo: el robo de identidad, básicamente la apropiación de la persona haciéndose pasar por ella, asumiendo su identidad ante otros tanto en público como en privado, para lograr algún rédito ya sea tanto monetario como personal.
Obvio que esto no es nuevo y muchas veces escuché a amigas decirme que algún pervertido o aburrido terminó usando sus fotos para crear cuentas falsas en Facebook y seducir a algún dormido que creyó ser el elegido de ese “bombón” cibernético. Pero en este caso la cosa fue un poco más allá. Día a día encontraba cómo las publicaciones y fotos se duplicaban sin ningún tipo de lógica ni razón. No había coherencia en sus posteos, ni siquiera una idea comercial bien explotada.
Así que decidí, con algo de miedo por no saber exactamente a quién me estaba enfrentando, preguntar el porqué de semejante estafa y robo de personalidad. No quería hacerle otra nota, ni quería el artículo del año sobre duplicidad de identidad y mucho menos conocer a la persona detrás de ese celular. Solo quería saber el porqué. Qué le pasa a una persona que pasa sus días, sus horas, sus minutos, reproduciendo la vida de otro…
Empecé a investigar, y si bien ella no decía nada, muchas cosas iban saliendo a la luz. Su teléfono tenía característica de Córdoba, algo raro para alguien de Paraguay o en su defecto de Moscú. Nunca lo atendía, siempre iba directo al contestador, pero en su cuenta de Telegram aparecía siempre activa y en Instagram todo el tiempo aparecían fotos nuevas. Kristina Makarova tenía un sitio web similar al de Coti Ferreira (www.cosferreira.com) en el que se veían exactamente los mismos contenidos. Pero con una pequeña diferencia: el de la rusa existía desde 2014 y este tenía menos de 11 meses…
Tuve la suerte de poder contactarla una última vez antes de escupir todas estas palabras. Esa vez, aunque por medio de mensajes de voz y a través de Telegram, sí escuché su voz. Era la de una chica joven, seguramente de Paraguay, con algo de intranquilidad en sus palabras y seguramente sabiendo que del otro lado del teléfono alguien conocía su verdad: “No sé baby, es mi ex manager que no me quiere dejar tranquila. Ya está todo en manos de mis abogados, lucra con mis otras cuentas que son esas de Kristina. Me debe dos mil pesos…”. Eso fue lo último que supe de ella por varios días. Aunque obviamente la deuda absurda de dos mil pesos y la cual supuestamente inició todo este “escándalo” quedó grabada en mi cabeza…
Le seguí el rastro unos días más pero sin intención ya de desenmascararla. Sabía todo lo que podía sobre esta falsa modelo paraguaya que supuestamente conquistaría argentina en el próximo Bailando. En mi mente ya no existía ese idilio incansable de conocer en algún momento a la bomba que embellecía mis mañanas de Instagram. Ahora sé que era todo parte de una farsa, en la que caí, y de la que ya no se si quiero salir… Lo único que me queda decir es: ¡Gracias Kristina Makarova!
Qué triste enamorarse de un cuerpo.
Hay otro perfil mas de ig del cual esta ladrona se alimenta de fotos @zueeva o Ekaterina Zueva.