Como criar a un hijo en la calle. Parte II: El pantalón


Introducción

Hace 30 años que Cacho vive en la calle. En diciembre del 2015 un chico de 16 años, se le apareció diciéndole que era su hijo. Cacho lo reconoció, era Fabricio. La última vez que lo había visto era apenas un chiquito y vivía con Carina, su mamá. Fabricio le contó que Carina había caído presa y que no tenía a donde ir. Cacho le explicó que él no tenía nada para darle. Su hijo le dijo que no le importaba, quería estar con él.

De un día para el otro Cacho se encontró siendo padre. Se vió por primera vez con la responsabilidad de tener a alguien a cargo. Su vida dió un giro completo.

Esta es su historia y su experiencia criando a un hijo en la calle.

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Cacho

El pantalón

Cacho y Fabricio paran en la estación de trenes de Constitución, más precisamente en la puerta que da a la calle Hornos. Un sábado al mediodía en que yo pasaba por ahí los encontré a los dos discutiendo.

No seas caprichoso, amigo– decía Cacho.

Quiero la plata– le contestó su hijo.

No está la plata.

No me importa. La quiero.

¿Qué pasó?– pregunté yo.

Que es un caprichoso– respondió Cacho.

Fabricio lo miró fulminante y le dijo: “Callate“.

Cacho empezó a contarme que justo antes de que yo llegara, había ido a comprarle a su hijo un pantalón a la Saladita, un paseo de compras que queda enfrente de la estación. Fabricio quería un jean y su papá le había comprado un jogging. Ese era el motivo de la pelea.

Les propuse ir a cambiarlo. Fuimos juntos al negocio y la vendedora nos dijo que jeans no tenía y que tampoco les podía devolver la plata. En silencio nos fuimos del negocio.

La noche anterior, como todos los viernes y sábados, Fabricio se había ido a la puerta de un boliche que queda cerca de la estación a cuidar los autos de los paraguayos que van a bailar. Como eran las seis de la mañana y Fabricio no había vuelto, Cacho salió a buscarlo. Lo encontró con un grupo de pibes, unos diez años más grandes que él, repartiéndose cerca de dos mil pesos. En Constitución se sabe que los paraguayos no dan buenas propinas.

-¿Qué hicieron?- Les preguntó Cacho.

-Andate.- Le contestó Fabricio.

-Si saben que yo no ando en esta, ¿Qué lo meten a él?- Increpó Cacho a la bandita.

-Andate.- Le repitió su hijo.

-Es un nene. ¿Para qué lo meten en esto?-

-Calmate un poco viejo.- Le dijo uno que tenía una camiseta de Palermo y sostenía un palo con su mano inzquierda.

-¿Me vas a pegar?-

-¿Qué te metés? Andate.- Le volvió a decir Fabricio.

-Venís conmigo.- Cacho agarró a Fabricio del brazo y se lo llevó.

Cuando llegaron a la puerta de Hornos, Cacho le dijo a Fabricio: Por lo menos ya que tenés plata no la gastes en joda. Comprate ropa”.

Y esa ropa fue el jogging que desató la nueva pelea. Fabricio decía que no quería el jogging y que quería de vuelta su plata.

La plata era mía. Este es un atrevido que me la sacó y compró algo que yo no quería– gritó Fabricio.

Calmate un poco amigo, no le grites al muchacho– dijo Cacho.  –Ya viste, no nos devuelven la plata. No seas caprichoso, estás grande-.

Para intentar reconciliarlos, les propuse ir a almorzar. Fabricio me dijo que no, que él no quería comer y me preguntó si yo podía darle plata para un jean.

Cacho se enojó.

Sos un atrevido amigo. No se hace así. Vámonos Tomi. Dejémoslo sólo-

Nos fuimos a una pizzería que queda enfrente de la puerta de la estación de la calle Lima. Quedémonos por acá, así si Fabricio pasa lo vemos. En algún momento nos va a querer venir a buscar.” Cacho tenía la esperanza de que su hijo recapacitara y se sumara a la comida.

Aunque era una pizzería, yo me pedí una milanesa y Cacho ñoquis con estofado. Me pidió trescientas veces disculpas por la escena de su hijo. Le dije que entendía perfectamente que Fabricio, por más que pareciera grande, era chico y que lo que acababa de hacer no era más que la escena que hace cualquier adolescente. Sin sacar la vista de la estación, me dijo con los ojos hinchados que ya no sabía que hacer. “Yo robé y estuve privado de mi libertad. Sé lo que es. Si este boludo empieza en esa va a caer y yo te juro que me muero”.

Me dijo que él intentaba estar pegado todo el día a su hijo para evitar que este “se tiente” pero que tampoco podía controlarlo todo el día.

Si Fabricio estuviera acá con nosotros, yo estaría tranquilo. Pero mientras te hablo no puedo dejar de pensar en él. Debe estar llorando. Necesita descargar. Últimamente pasó por mucho. Yo lo entiendo. Extraña a la madre. Pero él no me quiere contar las cosas porque sabe que yo me pongo mal.”

Le pedí a la moza la cuenta, pagué y nos fuimos de vuelta a la estación. Cacho me dijo que me fuera, que no me hiciera problema, que Fabricio ya iba a aparecer. Le dije que no, que lo ayudaba a buscarlo.

Llovía, para Cacho no era un problema. Fuimos hasta una puerta grande de madera dónde ellos dejan sus cosas. Fabricio no estaba. Después atravesamos una reja verde y nos metimos entre los andenes. Tampoco estaba ahí. Volvimos a la estación. Nos paramos de espaldas a las viejas ventanillas expendedoras de boletos. “Ahí viene” dijo Cacho con una sonrisa.

-Los fui a buscar al tenedor libre.- Dijo Fabricio.

-Te dije que nos iba a ir a buscar. ¿O no Tomi?-

-Fuimos la pizzería de acá a la vuelta.- Le dije yo.

-Tengo hambre.- Dijo Fabricio.

Cacho lo miro fijo y le dio un abrazo.

-Te compro un pancho y me voy.- Le dije.

Fuimos hasta una panchería que atienden dos rubias. Mientras Fabricio le ponía kétchup, mostaza, mayonesa y lluvia de papas a su salchicha, a escondidas le quise dar plata a Cacho para que le comprara a Fabricio un jean.

Te agradezco, pero no. El pibe se portó mal y por más que lo quiera no le puedo dar un premio

 

Leé la primera parte “Como criar a un hijo en la calle
Leé la tercera parte “Los inicios

3 Comments

  1. Romina
    Responder

    Estuve leyendo la historia de cacho y lloré de emoción. Es impresionante y un ejemplo de que se puede ser honesto y buena persona aunque se viva en la calle. Yo trato de ser buena madre con mis hijos y enseñarle lo que es bueno para ellos y la historia de cacho me demuestra que se puede , un beso y suerte cacho seguí luchando que Dios siempre recompensa a la gente buena como vos

  2. […] Leé la segunda parte: El pantalón. […]

  3. […] Cómo criar un hijo en la calle Parte I Cómo criar a un hijo en la calle Parte II […]

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