Alejandra Pizarnik, la mujer que se volvió pájaro


Por Angie Menéndez

Tratar de escribir sobre Alejandra Pizarnik, tratar de reseñar su vida, es una tarea que al segundo se me escapa de las manos. Porque Alejandra es, simplemente, inmensa. El único límite que nos ofreció fue su muerte.

Recuerdo mi primera clase de poesía en la facultad: estábamos leyendo poemas de diferentes autores, uno era de César Vallejo, se llamaba “El traje que vestí mañana”, y le habla a una lavandera que lo abandonó, la que planchaba el caos y las cosas, y anda así, corazón roto, rogando que la lavandera vuelva y haga sus gracias, porque ¡cómo no va a poder!, dice Vallejo, y la chica desconocida que estaba sentada a mi lado me dice: ¡la piba se cansó de plancharle las camisas a este gil!, y ambas nos reímos por lo bajo.

Y después de una serie de poemas de escritores varones, tocó uno de Alejandra. Cuando hubo qué opinar, una chica levantó la mano. Era la primera vez que una chica levantaba la mano en lo que iba de la clase, y en el aula éramos más mujeres que hombres. Me pregunté por qué sería que las mujeres empezábamos a hablar cuando aparecía Alejandra.

Tal vez porque en un mundo hecho, ideado y construido por hombres, nosotras como mujeres hemos tenidos pocas chances de ser realmente representadas, en todos los sentidos posibles. Y cuando aparece Alejandra, entonces sí nos parece que vale la pena hablar, porque ¿qué le podríamos decir a César Vallejo, y a todos esos hombres que nos representaron tan injustamente siempre? Laváte vos las camisas, César Vallejo, porque ¡cómo no vas a poder!, y dejános tranquilas leer a Alejandra.

* * *

¿Cómo armar a Alejandra Pizarnik? 
¿Cómo decir quién era?
¿Cómo decir quién es cualquiera?

Nació en Avellaneda, en zona Sur. Sus padres, de origen ruso y eslovaco. Dicen que tuvo una infancia complicada. Que la comparaban con su hermana mayor y que el carácter extranjero de su familia también le generaba inseguridades. No conozco ninguna chica, tal vez a ningún humano, que no haya crecido comparándose y sintiéndose inseguro.

Dicen que estudió filosofía, dejó esa carrera y se fue a periodismo, y dejó esa carrera y se fue a letras, y después a un taller de pintura y luego,simplemente, de dedicó exclusivamente a escribir.
Sigo leyendo meros datos fácticos sobre la vida de Alejandra, tratando de encontrar la clave de por qué fue la escritora que fue, como si algo así pudiera ser mesurable.

Una pregunta de parcial de la facultad se me dispara en la cabeza: ¿dónde se ubica Alejandra Pizarnik dentro de la literatura?

Y la verdad es que no se ubica en ninguna parte, porque lo que hace es desubicar al lenguaje, a la literatura. Al mundo tal y como lo conocíamos antes de leerla.

Y no tengo idea de qué dato biográfico puede haber influido en sus poemas, es decir, sí, tomaba anfetaminas para bajar de peso, eso le provocaba insomnio, tal vez por eso su prosa desesperada. No dormir puede ser desesperante. Era pintora también, tal vez por eso sus bellas imágenes. Ávida lectora y estudiosa, tal vez por eso su bello lenguaje. Nada de eso explica su obra. Nada debería explicarla.

Tal vez porque lo más importante sea que fue una mujer que decidió hablar. Y contar lo más cierto que había en ella. Tal vez porque no hemos podido escuchar, en el marco de esta sociedad patriarcal, a tantas mujeres hablar con esa valentía, aceptando el miedo a ver y decir, pero viendo y diciendo igual. Incluso lo indecible. Tal vez porque soltó a su loba y la dejo luchar con las fuerzas del lenguaje. Tal vez porque tuvo el valor de ir más allá, de atravesar la oscuridad, de buscar el jardín, el jardín verde. Tal vez porque no se conformó con conformarse. Tal vez porque le confirió el poder a la palabra. Tal vez, simplemente, porque habló sincera, y dijo tengo miedo. Y es por eso que las mujeres hablamos cuando aparece ella, porque nos representa, porque habla aunque teme, porque siente todo lo que hay en el mundo, a pesar de su opresión.

Se me viene a la cabeza, una frase de Virgina Woolf: “a true feminist is any woman who speaks the truth about her life”, (una verdadera feminista es cualquier mujer que dice la verdad acerca de su vida). Alejandra dijo la verdad, y es por eso que nos lleva a hablar. No dijo que era perfecta ni que estaba feliz, no nos quiso vender nada. Y cuantas más mujeres podamos decir la verdad, y encontrarnos las unas a las otras desde ese lugar, más podremos combatir una sociedad patriarcal que intenta degradarnos a cada minuto, que nos trata de poner en competencia y que, históricamente, intenta silenciarnos.

A muchos les gusta recordar que Alejandra se suicidó joven con 50 pastillas. Ni 49, ni 51. Dicen que fueron 50 pastillas de barbitúrico. No sé como lo saben.

Pero, ¿dónde la verdadera muerte? escribió ella una vez.

No está muerta si cada vez que paso la página de este libro (que circula siempre, de amiga en amiga) la escucho hablar, la escucho de lejos como a las damas desoladas, la siento destejiendo las telarañas de mis ojos, enseñándome a mirar.

No está muerta, si cada vez que aparece Alejandra, las mujeres nos animamos a hablar.

El despertar (Alejandra Pizarnik)

a León Ostrov 

Señor 
La jaula se ha vuelto pájaro 
y se ha volado 
y mi corazón está loco 
porque aúlla a la muerte 
y sonríe detrás del viento 
a mis delirios 

Qué haré con el miedo 
Qué haré con el miedo 

Ya no baila la luz en mi sonrisa 
ni las estaciones queman palomas en mis ideas 
Mis manos se han desnudado 
y se han ido donde la muerte 
enseña a vivir a los muertos 

Señor 
El aire me castiga el ser 
Detrás del aire hay mounstros 
que beben de mi sangre 

Es el desastre 
Es la hora del vacío no vacío 
Es el instante de poner cerrojo a los labios 
oír a los condenados gritar 
contemplar a cada uno de mis nombres 
ahorcados en la nada. 

Señor 
Tengo veinte años 
También mis ojos tienen veinte años 
y sin embargo no dicen nada 

Señor 
He consumado mi vida en un instante 
La última inocencia estalló 
Ahora es nunca o jamás 
o simplemente fue 

¿Còmo no me suicido frente a un espejo 
y desaparezco para reaparecer en el mar 
donde un gran barco me esperaría 
con las luces encendidas? 

¿Cómo no me extraigo las venas 
y hago con ellas una escala 
para huir al otro lado de la noche? 

El principio ha dado a luz el final 
Todo continuará igual 
Las sonrisas gastadas 
El interés interesado 
Las preguntas de piedra en piedra 
Las gesticulaciones que remedan amor 
Todo continuará igual 

Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo 
porque aún no les enseñaron 
que ya es demasiado tarde 

Señor 
Arroja los féretros de mi sangre 

Recuerdo mi niñez 
cuando yo era una anciana 
Las flores morían en mis manos 
porque la danza salvaje de la alegría 
les destruía el corazón 

Recuerdo las negras mañanas de sol 
cuando era niña 
es decir ayer 
es decir hace siglos 

Señor 
La jaula se ha vuelto pájaro 
y ha devorado mis esperanzas 

Señor 
La jaula se ha vuelto pájaro 
Qué haré con el miedo

2 Comments

  1. Guido
    Responder

    Leerla. Eso es lo que recomiendo. Sin biografía. Sin obras completas. Sin tratar de entenderla. Si pasás por la calle Montevideo hay una placa donde fue su casa. Pero eso no dice nada. Sólo hay que hundirse en sus palabras.

  2. Laura
    Responder

    Me enamoró tu nota Angie, Gracias! Así siento y leo a Alejandra.

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