Anécdotas personales con un giro emotivo y moraleja. Discursos con ritmos y pausas certeros. Gente cool riendose de sus ¨fracasos¨, todos ellos con sorpresivos finales constructivos. Una ametralladora de recomendaciones, sugerencias, consejos, observaciones, advertencias, recetas o ausencia de recetas. Sé que son pasión de multitudes, pero yo, y tal vez sea solo yo, estoy a una TED Talk de reventar.
Lo voy a decir suave: cumplieron su misión en la tierra. Beso en la frente y a volar. Llegaron y fueron novedad, encontraron una manera efectiva de contar buenas historias y monetizarla, crearon un estilo, una marca, una comunidad de gente sedienta de inspiración… ¿Y ahora?¿Qué queda? Un loop infinito de chascarrillos cronometrizados o, con suerte, una cita imprecisa en algún Power Point de la muerte.
Debo admitir que, de vez en cuando, recaigo en el vicio que tanto critico; tan adictivo como el mensaje “equivocado” en plena madrugada loca a un ex del siglo pasado. A veces, sin que nadie me vea, miro alguna que otra TED Talk y hasta me quedo pensando. Otras veces, se me escapa un “hay una TED Talk que dice…”, en el medio de una conversación. Como todo lo que te copó, después te cansó y después te irritó; son difíciles de dejar.
Este texto busca ser una despedida cariñosa a estas charlas que fueron bandera de una generación adicta al storytelling. Por eso, quiero hablarles de mi TED Talk preferida. La rosa entre las espinas, la predilecta de la clase, el sombrero más copado del cotillón del casamiento. Una TED que me dio una cachetada hace algún tiempo e hizo lo mejor que cualquiera puede hacer por vos: mostrarte tus prejuicios, hacértelos sentir.
Es de Chimamanda Adichie que, además de tener un nombre muy lindo para pronunciar, es una escritora Nigeriana que vivió un tiempo en Estados Unidos. Chimamanda es una grosa total y su TED fue LA TED para mí. A modo de despedida de estos videos que supieron sembrar idealismo, comparto un par de reflexiones y se las dejo para que la vean con la esperanza de que no revienten, o al menos no esta vez.
Di con esta TED hace aproximadamente un año, mientras estudiaba en Kenia. Un profesor la mostró en un curso sobre identidades y recuerdo haberla empezado a ver con el mismo desgano con el que suelo encarar cualquier material audiovisual en un marco académico. A los pocos segundos, ya estaba absorta en lo que Chimamanda estaba contando. El concepto estaba claro, no era hiper novedoso, pero lo explicaba con tal contundencia que me dio la sensación de haberlo pensado yo misma: el peligro de una historia única.
Chimamanda explica, refiriéndose a los prejuicios de una amiga estadounidense que conoció mientras estudiaba allá: ¨Si yo no hubiera crecido en Nigeria y si mi impresión de África procediera de las imágenes populares, también creería que África es un lugar de hermosos paisajes y animales, y gente incomprensible, que libran guerras sin sentido y mueren de pobreza y SIDA, incapaces de hablar por sí mismos, esperando ser salvados por un extranjero blanco y gentil¨.
Apenas prendieron las luces después del video sentí un poco de vergüenza. En Kenia, todo el tiempo me enfrentaba a las historias únicas que me habían contado, y a las historias únicas que a los demás les habían contado sobre mí, o lo que yo representaba (blanca, latina, mujer). ¿Cuántas cosas había pensado antes de viajar a “África”? ¿Cuántos miedos ridículos había tenido? Muchos.
El peligro de la historia única, esa que nos cuentan y nos repiten sobre un grupo de personas, un país o una religión; es que no nos deja ver al otro como alguien parecido a nosotros; con capacidad de sentir lo que sentimos, de crear, de existir más allá de la condición señalada. El “pobre” es “pobre” y punto. Sufre, necesita, pide. El resto de su universo es censurado o dejado de lado. No ama, no siente miedo, no es creativo y, en consecuencia, nuestro vínculo con esa realidad se reduce a sentimientos como la lástima o la culpa, por esas personas que solo pueden ¨ser pobres¨ y nada hay en ellos que se pueda parecer a nosotros.
No voy a contar todo lo que dice porque ella lo cuenta mucho mejor. Preparate un mate o hacete un café con leche y fumate, tal vez por última vez, 18 minutos y 49 segundos de TED Talk antes de reventar.
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