Cierro los ojos y simulo que con mi brazo izquierdo agarro la cintura de un pibe que nunca conocí. Muevo la cadera, le doy una vuelta y cuando lo tengo enfrente le doy un beso.
Me veo de afuera y me siento patético.
Estoy bailando solo y no me quiero acostumbrar.
Intento acomodar todos los sentimientos que me abordaron este tiempo y hago una lista con cada pequeño episodio que pasó.
El primer mes estuve usando únicamente pijamas. No lo digo con orgullo, pero pasé días sin bañarme, dejando que las plantas de los pies se vuelvan negras y mis axilas apesten. La garantía de saber que no iba a ver a nadie me habilitó a dejarme estar.
Mi viejo alimentaba mi cuadro patético con su característica fatalidad. Las primeras semanas, hablaba en pasado como si el virus ya lo hubiese matado. Me repitió mil veces que estaba contento con la vida que le tocó.
Me acuerdo de algunas charlas con mi hermano y que con tono épico comparábamos esto con las Torres Gemelas o la Guerra de Vietnam.
Hubo días en los que nos pasábamos leyendo teorías conspirativas que mezclaban laboratorios secretos con Bill Gates y Trump. Me divertía creerlas y pensar que todo esto tiene una explicación mejor que la de un tipo comiendo una sopa de murciélago en Wuhan.
Igual, sea por lo que sea, no cambia mi realidad.
Llevo semanas sin hablar con un montón de gente que hasta hace tres meses pensé que eran amigos. Me agota la virtualidad.
El sexo es un recuerdo que vuelve cada tres noches a mi cabeza. Por el momento, no es nada más.
Cuando me asfixio, agarro una bolsa de Coto y salgo a caminar. Al principio el tapabocas me molestaba, pero ahora le encuentro mucha utilidad. Hablo solo, sin que nadie se de cuenta y me hago el boludo cada vez que no quiero saludar.
En los momentos más oscuros pienso en una frase que me dijo mi mamá: nos pueden robarnos todo menos esto. Me da tranquilidad.
Y ahora, que terminé de escribir: pongo música, cierro lo ojos y agarro por la cintura a mi pareja. Cuando estoy a punto de darle un beso, me choco con el sillón, veo a mi alrededor y caigo en la cuenta que desde hace 100 días bailo solo.
No Comment