Mensaje de voz


Mensaje de voz

Mamá tuvo un ACV empieza el audio, pero claro, eso no lo sé hasta que pongo play.  Linda palabra, nos gusta tanto que ni siquiera la traducimos. Jugar a apretar un botón y dedicarnos a adivinar que va a pasar del otro lado, como cuando escuchábamos un partido de fútbol en la radio. Qué nos van a contar. Un juego aburrido, si tenemos en cuenta que la mayoría de las veces son cosas intrascendentes. Y ese es el problema hasta que te llega un mensaje así. Creo que esos archivos de moda que nos mandamos deberían tener un título, algo que nos prevenga de lo que va a pasar. Un algoritmo que elija las palabras más importantes y te las estampe con un título entre comillas, en negrita y sin ningún tipo de eufemismos ni nada pretencioso. Simple.  “Me cogí a Julián” o “Mi insignificante día”, o “Mamá está viva pero pasó algo. PERO ESTÁ VIVA”. Las mayúsculas para resaltar la importancia. No puede tener la misma imagen genérica y fría. Mi ansiedad y mi fragilidad millennial no están preparadas.

Pero no. Ahí está mi dedo pulgar, que en general toca siempre otra tecla, pero esta vez le da de lleno al triangulo del audio. Mamá tuvo un ACV y yo que creí que me iban a contar algo de mis sobrinos. Tengo que admitir que me olía raro, que la extensión (el primer filtro que tengo a la hora de poner play) y la persona que lo mandaba (el segundo) me hacían dudar de que algo pasaba. Por eso lo abrí. Si no, lo hubiera dejado entre los miles de audios que pasaron de largo sin título ni gloria.

¿Y los que vinieron después? Fueron como pequeñas bombas que toqué con el dedo, apenas rocé, cubriéndome la cara para que no me salpicaran. Ya tengo el prólogo, el comienzo de esta triste historia. ¿Qué viene después? ¿Cómo sigue? ¿Quién la escribe? Tantas veces me quejé de los finales felices, espero que este escritor no me haya escuchado.  Audio tras audio, como capítulos, como curvas cerradas de una carrera al palo. El auto perdiendo aceite a punto de arder en llamas, pero todavía en la pista.

Ya pasaron varias semanas, quizás hasta más de un mes, trato de no contar los días de cuarentena porque los malos guiones me enseñaron que eso hacen los presos. El camino se enderezó un poco, el primer impacto fue el más fuerte y ahora hay momentos mejores y peores. Los audios siguen y seguirán cayendo, a veces sueltos y largos, otras de a montones y cortos como lluvias de verano. Y acá estoy, en el ojo del huracán, refugiado detrás de la pantalla, con los dedos listos para darles play y que sea lo que tenga que ser. A veces no podemos cambiar los finales.

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